miércoles, 5 de diciembre de 2007

DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE

Hubo un tiempo en que la Constitución estadounidense era un documento revolucionario, lleno de innovaciones: elecciones libres, supervisión judicial, revisiones y balances, federalismo y, quizás lo más importante, una Ley de Derechos. En los siglos XIX y XX, muchos países de todo el mundo copiaron el documento, sobre todo en América Latina. Lo mismo ocurrió en Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Hoy? Cuando las naciones escriben una nueva constitución, como lo han hecho docenas de ellas en las últimas dos décadas, rara vez se basan en el modelo estadounidense. Al salir los soviÉticos de Europa Central, los estudiosos de la constitución de EE UU acudieron en masa. Fueron escuchados por cortesía y despachados de vuelta a casa. Jiri Pehe, consejero del ex presidente Vaclav Havel, recuerda la firme decisión de los checos para adoptar un sistema parlamentario de estilo europeo, con límites estrictos para la realización de campañas. “Para los europeos, el dinero resulta demasiado importante en la democracia estadounidense. Está muy expuesto a ciertos tipos de corrupción o, por lo menos, a la influencia de facciones poderosas”, afirma. “Los europeos no querían seguir esa vía”. También buscaron limitar la influencia de la televisión, a diferencia de las campañas estadounidenses donde, según Pehe: “Los debates televisivos y la apariencia fotogénica gobiernan las victorias electorales”. Lo mismo ocurre en otras regiones. Después de que los aviones y las bombas estadounidenses liberaron Kosovo, el país optó por una constitución europea. Al bosquejar una constitución posterior al apartheid, Sudáfrica rechazó el federalismo estadounidense a favor de un modelo alemán que los líderes juzgaron apropiado para el Estado de seguridad social que deseaban construir. Ahora, las noveles democracias africanas ven a Sudáfrica como su inspiración, dice John Stremlau, un ex funcionario del Departamento de Estado de EE UU, quien encabeza el departamento de Relaciones Internacionales en la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo: “No podemos confiar en los estadounidenses”. Las nuevas democracias buscan una constitución moderna y que refleje sus preocupaciones de igualdad racial y social, explica. “Parafraseando a Lincoln, Sudáfrica es ahora ‘la última gran esperanza’ de África”.

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